Preparación de suelos para siembra de avena. Perdida de toda la actividad biológica del suelo producto de la inversión y exposición de los primeros 20 centímetros a la acción del sol y el aire.

El concepto de resiliencia aplicado a los sistemas agropecuarios ha cobrado gran relevancia en el último tiempo. La mega sequia que afecta a gran parte de nuestro país ha puesto en evidencia la fragilidad de nuestros sistemas productivos, los cuales no pueden enfrentar adecuadamente este escenario.

Por otra parte, la constatación de que el fenómeno del cambio climático ha llegado para quedarse por muchos años, hace aún más dramática la situación de la producción agropecuaria en nuestro país y en el resto del planeta.

A nivel mundial, la zona central de Chile ha sido calificada como una de las zonas más vulnerables y expuestas al calentamiento global y al fenómeno de la desertificación.

La resiliencia puede ser definida en forma genérica como la capacidad de enfrentar la adversidad, superarla, salir fortalecido y en mejores condiciones que antes. Desde la mirada de esta definición, los sistemas agrícolas resilientes serían aquellos que son capaces de implementar y llevar acabo prácticas de manejo y producción que les permitan sostener niveles de producción y rentabilidad que aseguren la permanencia de esas explotaciones agrícolas en el tiempo, pese al impacto del cambio climático en variables tan relevantes como son el régimen de precipitaciones y las temperaturas.

Existe una fuerte corriente de pensamiento que plantea que el actual modelo convencional de producción agrícola tomó el camino equivocado al transformarse en el agente causal de los altos niveles de degradación y contaminación de los suelos y el agua, de la perdida de la biodiversidad productiva y del deterioro general de los recursos naturales. La agricultura convencional ha generado de alguna forma sistemas productivos altamente dependientes de insumos externos, a un alto costo ambiental y, contradictoriamente, altamente vulnerables y muy poco resilientes. La agricultura convencional ha contribuido, por tanto, al fenómeno del cambio climático y al calentamiento global.

Entonces, si queremos cambiar en algo el actual estado de las cosas, debemos dejar de hacer lo mismo. Parafraseando, el sistema que hemos creado es producto de nuestros pensamientos, paradigmas y creencias…no podemos cambiarlo sin cambiar nuestra forma de pensar. No podemos cambiarlo sin antes cambiarnos a nosotros mismos.

Esta nueva forma de pensar, contradictoriamente, puede que no tenga nada de nuevo. Consiste en restablecer los ciclos, mecanismos y estrategias que la Tierra ha venido perfeccionando desde los últimos 3.500 millones de años y que han permitido el florecimiento de la vida en una magnitud y diversidad asombrosas.

El sostenido aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera, principal gas de efecto invernadero y causante del calentamiento global, no es mas que la alteración del ciclo natural del carbono provocada por la acción del hombre.

¿Desde que conocimiento, ciencia o paradigma debemos mirar ahora, para intentar cambiar el rumbo que ha tomado la actividad agropecuaria convencional?

¿Que “nuevas” estrategias y practicas de manejo debemos implementar y evaluar para asegurarnos que vamos en el camino correcto?

¿Donde buscamos la resiliencia?


Jorge Núñez Camilo

Ingeniero Agrónomo. Especialista en Manejo Holístico y Ganadería Regenerativa, certificado por Ovis21 y el Savory Institute. Asesor de predios ganaderos. Formulación y desarrollo de proyectos regenerativos.